Historia corta: "El Círculo del Poder"

El Maestro Aymon

Por: Lcdo. Ernesto J. Torrealba R. CNP - 19.200 y Prof. Yudith C. Cordero P.

    En un rincón remoto del mundo, en lo profundo de un bosque milenario, existía una aldea donde la vida seguía un ritmo distinto al del resto del planeta. Era un lugar donde el tiempo parecía detenerse, donde los habitantes vivían en armonía con la naturaleza, y donde el conocimiento más antiguo y oculto fluía como un río subterráneo que alimentaba el alma de sus habitantes. En este lugar, la verdad no era una búsqueda, sino una presencia constante.

    En esta aldea, vivía un anciano llamado Aymon, guardián de un secreto ancestral que había sido transmitido de generación en generación: el Círculo del Poder. Aymon sabía que existía una diferencia fundamental entre la fuerza y el poder, conceptos que los hombres solían confundir. La fuerza era agresiva, impositiva; venía de lo externo y era usada para controlar. El poder, en cambio, nacía del interior, fluía sin esfuerzo y resonaba con la verdad universal.

    Cierta mañana, Aymon recibió la visita de un joven forastero llamado Enzo, quien había viajado grandes distancias en busca de respuestas. Enzo, como muchos otros, había oído rumores sobre la sabiduría que se ocultaba en la aldea. Cansado de las mentiras y las falsas promesas del mundo exterior, estaba decidido a entender la diferencia entre la verdad y la ilusión, entre el poder genuino y las sombras de la fuerza.

—He venido buscando la verdad —dijo Enzo cuando llegó a la cabaña de Aymon.

    Aymon lo miró con amabilidad y le ofreció una taza de té, invitándolo a sentarse junto al fuego.

—La verdad no es algo que se busque —le respondió el anciano—. Es algo que se descubre cuando se está listo. Pero, dime, ¿qué has encontrado en tu viaje?

—He encontrado fuerza, demasiada fuerza. Gente luchando por imponerse, usando la fuerza para someter a los demás. Pero no siento que eso sea verdadero poder. 

¿Acaso estoy equivocado?

El Aprendíz Enzo

Aymon sonrió y asintió con la cabeza.

—No estás equivocado, joven Enzo. La fuerza es lo que el mundo exterior te enseña, pero el poder es algo diferente. El poder está en la quietud, en el silencio que habita dentro de cada ser. Es en ese espacio donde la verdad reside, y para encontrarlo, debes dejar de buscar fuera de ti.

    Intrigado, Enzo le pidió a Aymon que le mostrara el Círculo del Poder, del que tanto había oído hablar. Aymon aceptó, pero le advirtió que el Círculo no era un lugar físico, sino un estado de conciencia que debía ser alcanzado.

    Durante los días siguientes, Aymon enseñó a Enzo la diferencia entre la fuerza y el poder a través de la práctica de la kinesiología y la meditación profunda. Con cada lección, Enzo comenzó a entender que el poder verdadero no se imponía, no luchaba, sino que irradiaba desde el interior con una certeza inquebrantable. Descubrió que su cuerpo respondía con mayor claridad cuando estaba en sintonía con la verdad y se debilitaba ante la falsedad.

    Finalmente, el día llegó. Aymon condujo a Enzo al claro en el bosque, donde le pidió que se sentara en el centro de un círculo de piedras antiguas.

—Ahora —dijo Aymon—, cierra los ojos y escucha. El Círculo del Poder no se ve, se siente. Es el eco de la verdad en tu corazón. Aquí, no hay preguntas que formular ni respuestas que buscar. Solo la verdad que siempre ha estado contigo.

    Enzo cerró los ojos, y en ese instante, el mundo exterior desapareció. Su respiración se hizo más profunda, su mente se silenció, y sintió una paz que nunca antes había experimentado. Era como si todo el universo se alineara en ese momento, revelando una verdad simple pero inmensa: el poder estaba en su capacidad de estar presente, de ser consciente de su propio ser, de escuchar la voz interior que siempre había estado ahí.

    Cuando abrió los ojos, supo que había encontrado lo que buscaba. No era algo que pudiera llevarse en las manos, ni algo que pudiera imponer a otros. Era un poder que pertenecía a todos, que fluía en cada ser vivo y en cada rincón del universo.

    Aymon lo observaba desde el borde del círculo, sonriendo. Sabía que Enzo había comprendido.

—Recuerda —dijo el anciano—, el verdadero poder no se busca ni se lucha por él. Se cultiva desde dentro, y cuando lo haces, el mundo entero se transforma a tu alrededor.

    Enzo asintió, consciente de que su vida nunca volvería a ser la misma. Ahora entendía que el poder no residía en el control, sino en la armonía. Y mientras se levantaba del Círculo, supo que había encontrado lo que pocos en el mundo lograban: el poder de la verdad.


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