Por: Prof. Yudith C. Cordero P. y Lcdo. Ernesto J. Torrealba R. CNP - 19.200
En una pequeña aldea rodeada de montañas, vivía un joven llamado Enzo, quien cargaba un peso invisible: sus expectativas. Cada día, se sentaba junto al río, imaginando un futuro brillante que nunca parecía llegar. Veía a los comerciantes triunfar, a los artistas ser aclamados y a los amantes encontrar la felicidad en los pequeños gestos. Pero para Enzo, el presente siempre parecía insuficiente.
Un día, mientras el sol se escondía detrás de las colinas, un anciano apareció junto al río. Vestía una túnica sencilla, y sus ojos reflejaban la calma de alguien que había comprendido un secreto profundo.
—¿Qué te preocupa, joven? —preguntó el anciano.
Enzo suspiró.
—Todo. La vida parece un eterno balance entre lo que tengo y lo que espero. Y siempre pierdo.
El anciano sonrió y recogió dos piedras lisas del suelo.
—La vida es un juego con dos tableros —dijo, colocando una piedra a su izquierda y otra a su derecha—. Aquí, a la izquierda, está el juego externo: logros, dinero, reconocimiento. Es un juego que juegas con el mundo, pero sus reglas cambian constantemente. Aquí, a la derecha, está el juego interno: calma, gratitud, conexión. Este es el juego que juegas contigo mismo, y sus reglas solo tú las decides.
Enzo observó las piedras, confundido.
—¿Y cuál debo jugar? —preguntó.
El anciano lanzó una sonrisa llena de misterio.
—Ambos. Pero recuerda, el juego externo depende de otros: los recursos son limitados y la competencia es feroz. El juego interno, en cambio, es un jardín que solo tú puedes cultivar. ¿Cuál crees que te dará más paz?
Enzo reflexionó, pero antes de responder, el anciano sacó un trozo de pergamino y escribió una fórmula:
Felicidad = Realidad - Expectativa
Enzo frunció el ceño.
—Pero ¿no es eso conformarse?
El anciano rió.
—No, joven. No se trata de renunciar al juego externo. Eleva tu realidad si puedes, pero no olvides que el verdadero poder está en el juego interno. Mientras el mundo cambia, tú puedes elegir la calma, la gratitud y la conexión.
Esa noche, Enzo regresó a casa. Al día siguiente, comenzó a ver la vida de otra manera. Mientras caminaba por los campos, agradecía el aire fresco. Cuando el panadero le regaló un pan recién hecho, lo saboreó como si fuese el mejor banquete. Poco a poco, su expectativa se transformó en una curiosidad sencilla por lo que la vida tenía para ofrecerle, sin exigencias.
Felicidad = Realidad - Expectativa.
La vida, comprendió Enzo, no era una cuestión de ganar o perder, sino de jugar el juego con gracia, donde cada día, cada momento, era un extra inesperado.
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