En un rincón de la montaña donde la niebla parecía danzar entre los árboles, se
encontraba el Maestro Aymon en su humilde refugio. Frente a él, Enzo, su
aprendiz, tallaba con esmero un trozo de madera.
Una tarde, mientras la brisa
traía consigo el aroma de la tierra húmeda, llegó una mujer de mediana edad, con
el rostro cansado y el corazón lleno de dudas.
Su nombre era Eleos, palabra
griega que significa "compasión". —Maestro, he venido buscando respuestas —dijo
Eleos, con un tono que mezclaba esperanza y desesperación.
Aymon sonrió con esa
calma que parecía venir de otro mundo. —Las respuestas no siempre llegan como
las preguntas esperan. ¿Qué te preocupa?
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Aymon |
Cuando fallo, me ataco. Cuando tengo éxito, me exijo más. ¿No debería ser más
dura conmigo misma para crecer?
Enzo levantó la mirada del trozo de madera que
tallaba, intrigado por la conversación.
Aymon, sin responder de inmediato,
señaló un cuenco con agua que descansaba en una mesa cercana. —Toma este cuenco,
Eleos. Camina con él hasta el árbol que ves allí, sin dejar que se derrame ni
una gota.
Confundida, Eleos obedeció. Caminó despacio, cada paso calculado, cada
movimiento tenso. Al llegar al árbol, regresó con el cuenco intacto, pero con
las manos rígidas y el cuerpo agotado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Aymon.
—Tensa, agotada. Tenía miedo de derramar el agua. El maestro asintió y luego
llenó el cuenco nuevamente.
—Ahora haz lo mismo, pero camina como si estuvieras
disfrutando del aire fresco y las flores. Si derramas algo, no importa.
Esta
vez, Eleos caminó con paso ligero. El agua se movía, y algunas gotas cayeron al
suelo, pero su rostro se iluminó con una sonrisa al regresar.
—¿Y ahora?
—preguntó Aymon.
—Me siento más tranquila, más feliz, aunque derramé algo de
agua.
El maestro le tomó las manos —Así es la vida, Eleos.
Muchos confunden
autoestima con exigencia. Piensan que deben cargar su cuenco con rigidez,
temiendo cualquier error.
Pero la verdadera sabiduría está en la autocompasión.
En permitirte caminar con ligereza, sabiendo que algunas gotas caerán y que está
bien.
Enzo dejó su madera a un lado. —Pero, Maestro, ¿no es peligroso ser
demasiado indulgente con uno mismo?
Aymon lo miró con ternura. —Enzo, tratarte
con autocompasión no significa excusar tus errores, sino aprender de ellos sin
castigar tu alma.
La autoestima dice: “Soy valioso porque he hecho esto bien”.
La autocompasión dice: “Soy valioso incluso cuando no lo hago bien, pero tengo buenas intenciones”.
Eleos,
tocada por las palabras, sintió que algo dentro de ella comenzaba a cambiar.
—¿Cómo puedo comenzar a practicar la autocompasión, Maestro?
Aymon señaló el
cuenco vacío. —Cada vez que te enfrentes a un error o un fracaso, imagina que
sostienes este cuenco.
- No lo juzgues por lo que falta, sino agradécele por lo
que aún contiene.
- Sé tan amable contigo misma como lo serías con tu mejor amiga.
Porque, Eleos,
- La relación más importante de tu vida es la que tienes contigo
misma.
Esa noche, bajo el cielo estrellado, Eleos decidió que su viaje no sería
solo de logros externos, sino de un profundo encuentro consigo misma. Porque
entendió, por fin, que la autocompasión no era un acto de indulgencia, sino el
mayor acto de amor.
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