Edmund Husserl siempre supo que la verdad no se esconde en las respuestas, sino en las preguntas. Y aquel día, mientras contemplaba la brisa moviendo las hojas de un libro olvidado en su escritorio, una pregunta le invadió el alma: ¿Qué es realmente leer?
La mayoría de las personas cree que leer es recorrer con los ojos las líneas de un texto, como un viajero que sigue un mapa trazado por otros. Pero Husserl intuía algo más profundo: la lectura es un viaje interior, un encuentro entre la conciencia y la palabra escrita. Como el alquimista que transmuta el plomo en oro, el lector transforma los signos en significados, y las páginas en senderos hacia su propio destino.
Así que, siguiendo su método, Husserl aplicó el epojé (Husserl, 2008), es decir, suspendió todo lo que creía saber sobre la lectura. Dejó atrás los análisis psicológicos y pedagógicos, y buscó la esencia pura del fenómeno. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo extraordinario: cada lector crea su propio libro en la conciencia.
"No vemos las cosas como son, sino como somos" (Talmud de Babilonia, Berajot 55b). Esta antigua enseñanza resonaba en la mente del filósofo. Lo que uno lee no es lo mismo que lo que otro entiende. Una misma historia puede ser un consuelo para el triste, una revelación para el buscador o una advertencia para el prudente. Como dice Barthes (1987), “el texto solo cobra vida en la mente del lector, en ese espacio en el que los significados se multiplican”.
Husserl salió a caminar. En la plaza, vio a un niño que miraba con asombro las letras de un cartel; para él, la lectura era una conquista. En una banca, una anciana sostenía en sus manos una carta amarillenta, en la que cada palabra era un puente a un amor perdido. Un hombre de traje leía el periódico, sin realmente leerlo; su mente estaba lejos, atrapada en la rutina.
Fue entonces cuando comprendió que nadie lee el mismo libro dos veces, porque el lector nunca es el mismo. Como afirma Gadamer (2004), “el significado de un texto no es fijo, sino que se renueva en cada encuentro con el lector”. La lectura no es solo recibir información, sino descubrirse a uno mismo en cada línea.
Husserl volvió a su escritorio y escribió en su cuaderno, con la serenidad de quien ha comprendido un misterio:
"Leer no es seguir palabras en un papel. Es un acto de transformación. No es el libro el que cambia, sino el lector que, al leer, se encuentra con su propia alma."
Cerró el cuaderno, apagó la lámpara, y se quedó dormido con la certeza de que cada libro es un oráculo que solo revela su verdad a quien está listo para verla.
«Si no se lo puedes explicar a un niño de 6 años, entonces tú mismo no lo entiendes». —Albert Einstein.
Referencias
- Barthes, R. (1987). El placer del texto. Siglo XXI Editores.
- Gadamer, H.-G. (2004). Verdad y método. Ediciones Sígueme.
- Husserl, E. (2008). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Fondo de Cultura Económica.
Comentarios
Publicar un comentario