"La mente es como un elefante indomable: fuerte, caprichosa, arrasando con todo a su paso. Pero incluso el elefante más salvaje puede aprender a caminar en paz."
Hoy, al despertar antes del amanecer —ese instante sagrado donde el mundo aún duerme—, recordé una enseñanza del segundo día del retiro de meditación o mindfulness: "La paciencia no es esperar, sino observar sin quejarse".
El Mono y el Elefante
El Maestro Sabio compara la mente con dos animales:
1. El mono: salta de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, sin descanso.
2. El elefante: cuando irrumpe en una aldea, destruye todo con su fuerza bruta.
Así es nuestra mente. Un día es inquieta como un mono; al siguiente, aplasta nuestra paz con el peso de un elefante enfurecido. "Pero incluso el elefante —dice el maestro— puede ser domado con paciencia y persistencia."
La Paciencia como Herramienta Sagrada
El segundo día duele. Las piernas se entumecen, la espalda grita, y la mente se rebela: "¿Por qué debo quedarme aquí, observando solo la respiración?". La respuesta llega en forma de metáfora:
"Un domador no grita ni forcejea con el elefante. Le habla en voz baja, le ofrece agua, le permite cansarse. Así, poco a poco, el animal entiende que no hay enemigo."
Lo mismo ocurre con la mente. No se trata de luchar contra ella, sino de observarla con ecuanimidad. Cada vez que regresas a la respiración —sin reproches, sin frustración—, le enseñas a tu elefante interior que hay otra forma de existir.
El Engaño de lo "Especial"
Muchos llegan buscando experiencias místicas: visiones, éxtasis, revelaciones. Pero la meditación o mindfulness es todo lo contrario: "No hay nada especial que alcanzar. Solo la realidad desnuda del momento: el aire entrando y saliendo por tus fosas nasales."
El maestro advierte: "Si buscas algo ‘especial’, perderás lo único real: el ahora."
Un estudiante insistía: "¡No siento nada! Solo calor y sudor!". El maestro respondió: "¿Y qué es el calor sino vida manifestándose? Obsérvalo. Eso es todo."
La Ley del Espejo
La mente es un espejo. Si le gritas, devuelve gritos. Si la miras en silencio, refleja tu verdadera naturaleza. En el segundo día, descubres que:
- Los pensamientos son como nubes: pasajeros, impersonales.
- Las sensaciones son ríos: fluyen, cambian, nunca son iguales.
"No eres el elefante ni el mono —recuerda—. Eres el espacio donde ambos existen."
El Camino de los Valientes
Quedan ocho días. Ocho oportunidades para domar al elefante, para acariciar al mono. El maestro repite: "Sé valiente. Esta incomodidad es el sonido de tus cadenas rompiéndose."
Al final de la jornada, mientras las luces del crepúsculo pintan el cielo, susurras para ti mismo: "Hoy no huí. Hoy me quedé." Y esa es la primera victoria.
Comentarios
Publicar un comentario